Teniendo en cuenta la definición de salud que establece la Organización Mundial de la Salud, como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad» (OMS, 2019), el papel de la prevención tiene un papel relevante en la lucha por nuestra causa.

El objetivo de la prevención consiste en reducir la aparición y el desarrollo de los trastornos de la conducta alimentaria. Para ello, las estrategias preventivas tienen por objetivo eliminar los factores de riesgo que favorecen el inicio y mantenimiento de estos trastornos; a medida que se potencian los factores de protección que reducen la posibilidad de padecerlos.

Siguiendo la clasificación de la OMS, actualmente se describen tres tipos de prevención:

• Prevención primaria: Destinada a personas sanas. Actúa para reducir los factores de riesgo y fomentar los factores de protección de forma que se evita en la medida de lo posible la aparición del trastorno de la conducta alimentaria.
• Prevención secundaria: Está dirigida a la detección precoz e intervención temprana con el objetivo de aplicar las medidas pertinentes a fin de que la enfermedad no avance.
• Prevención terciaria: Se llevó a cabo una vez la enfermedad ya está instaurada y desarrollada y consiste en realizar acciones para mitigar el impacto de la enfermedad y prevenir recaídas.