PLAN DE ESTA NOCHE: DISFRUTAR DE UN RICO HELADO
Son las ocho de la tarde. Me visto y salgo por primera vez en todo el día de casa. Abro la puerta del portal y una ráfaga de aire caliente me golpea el cuerpo. “No creo que aguante mucho en la calle…”
Exacto. Me tomo algo fresquito en el bar de al lado de casa sin demorarme mucho y vuelvo a casa. Me ducho, ceno y me siento en el sofá con el aire acondicionado puesto, dispuesta a ver una película que me haga más llevadera la noche. Pero antes, me levanto, voy a la cocina, y me cojo un helado del congelador, algo fresquito para sobrellevar mejor el calor.
Y mientras saboreo el dulce postre no puedo evitar sonreír y agradecer que hoy pueda estar tranquila y a gusto en el sofá sin hacer nada. Porque sé que hace años esto hubiera sido imposible.
Y es que algo tan normal como el relajarse comiendo un helado, el estar todo el día en casa porque hace mucho calor (o llueve mucho), el buscar entretenimiento o formas de pasar las horas sin necesidad de estar moviéndome… era imposible con el TCA.
Me defino como una “calculadora con patas” en aquellos años de oscuridad, porque mi mente estaba todo el día haciendo cálculos de las calorías ingeridas, las calorías gastadas, cuántas calorías consumía al hacer X actividad… Por lo que para una mente así, el estar en casa un día entero era algo que la hacía colapsar. La ansiedad habría aparecido, las voces de la enfermedad me habrían estado golpeando con fuerza todo el día haciéndome creer inferior, inválida. Habría hecho miles de conductas compensatorias (la verdad, hay algunas que no sé ni cómo se me pudieron llegar a ocurrir…) para mantener al TCA calmado. Y aun así, habría terminado el día llorando, sintiéndome una estúpida, maltratándome psicológicamente, a la espera de que el día siguiente mejorase la temperatura y pudiese salir a la calle para compensar lo “poco” que había hecho hoy.
Agradezco haber decidido luchar contra la enfermedad. Plantarle cara. No rendirme y llegar hasta el final. Ganar a la enfermedad y abrazar la vida de nuevo. Volver a disfrutar de cada segundo, ya sea haciendo cosas, o simplemente, no haciendo nada. Porque igual de importante es disfrutar de esos momentos especiales y únicos de la vida como de esos otros momentos más calmados, idóneos para tener un espacio para unx mismx, relajarse, descansar, y, ¿por qué no? disfrutar de un rico helado sin remordimiento alguno.
Leire.