EL INCENDIO NO ERA CULPA MÍA
Sabía que existía el sufrimiento de mis familiares cuando estaba sufriendo el TCA. Y no, no era una egoísta por no curarme pese a ver caer a diario las lágrimas de los que más me querían. No lo era porque la empatía se desvaneció cuando llegó la anorexia a mi vida y no lo era porque la opción de curarme nunca estuvo completamente en mis manos. Sin embargo, me sentía culpable todos los días del daño que ocasionaba a mi entorno, me sentía culpable por ser la carga que nadie conseguía comprender. Era la cara visible del infierno que estaba sufriendo dentro de mí y mucha gente olvidaba que el fuego de este infierno me estaba ardiendo a mí y que las pequeñas quemaduras que ellos recibían eran una pequeña secuela del fuego que a mí me estaba consumiendo.
Yo tuve la suerte de tener una familia dispuesta a quemarse, ya que eran conscientes de que no era su hija la que estaba provocando el fuego sino la que estaba atrapada dentro de ese incendio tan grande. Ver cómo tu familia se quema por ti, ver cómo el entorno lleno de prejuicios te culpa por no apagar un fuego que creen que puedes controlar y mientras tanto estarte quemando deseando consumirte y que todo aquel dolor y sufrimiento acabe, era la situación que debía afrontar todos los días. Por suerte un día mediante una manguera de un tratamiento adecuado junto con una manguera de apoyo familiar incondicional este fuego se va apagando, pero la gente te felicita por haber dejado de emitir fuego y no por haber podido apagar las llamas que tanto dolor tan provocado y que en ningún momento estuvieron en tu control.
Estar junto a una persona con un TCA puede ser doloroso y puede generar sufrimiento pero se trata de ayudarla a apagar el fuego y no culparla por no poder apagarlo, ya que debemos tener muy claro que no ha sido ella quien lo encendió ni depende únicamente de ella que deje de quemar.
Núria Vilademunt