¿Qué he hecho mal?
Cuando el monstruo entró en casa me asusté, y mucho. Me sentía perdida, no entendía ni cómo ni porqué. Me cuestioné tantas cosas…se apoderó de mí la culpa, no me podía sacar de la cabeza aquel “¿qué he hecho mal?” que se te va comiendo por dentro.
Piensas que siempre has hecho lo mejor que has podido y sabido, tus hijos son tu vida, pero no puedes dejar de pensar “¿dónde me he equivocado tanto?!?”.
Recuerdo a aquella compañera de trabajo que un día me dijo: “Cuando he sabido lo que le pasa a tu hija, me ha hecho pensar mucho. He pedido reducción de jornada laboral”, me dice. “Trabajando tantas horas como tú, claro… pasa lo que pasa… Yo pasaré más horas en casa para que a mi hija no le ocurra lo mismo”.
En el primer momento aquellas palabras fueron como un cuchillo directo en el corazón, haciendo crecer aquel sentimiento de culpa que te hace tanto daño y que te hace desfallecer.
Tenía miedo hacia lo desconocido y me costaba entenderlo, miedo a los trastornos mentales aún tan estigmatizados por la sociedad, seguramente porque son difíciles de entender y normalmente nos asusta lo que no entendemos. Tenía miedo de los mitos erróneos alrededor de los trastornos alimentarios, miedo de haber hecho algo mal viendo el sufrimiento de mi hija.
Con el tiempo, la ayuda y la confianza en las personas y profesionales especializados en la enfermedad, y a las que no agradeceré nunca bastante lo que ayudaron a mi hija para que le pudiera hacer frente al monstruo, entendí que palabras como las de aquella compañera de trabajo, y sentimientos de culpa como los que me invadían, salen del miedo y del no saber. Nadie nos enseña ni nos prepara para encarar al monstruo cuando entra en casa.
He aprendido que cuando el monstruo entra en casa, no es por una razón, no es porque hayas hecho nada mal, no es porque alguien lo haya elegido, ni tampoco es culpa o está bajo el control de nada ni de nadie. Es la suma de muchas cosas, tanto sociales, como ambientales, emocionales, de educación, e incluso fisiológicas, las que le abren la puerta, y que se escapan al control de cualquiera.
He aprendido que buscar un porqué o hacerme responsable, solo me saca la fuerza y la energía que me hacen falta para apoyar a mi hija y poder darle todo mi apoyo en su lucha.
He aprendido que mi sentimiento de culpa no tiene razón de ser y no ayuda a mi hija ni a mí. Gracias, gracias, gracias
Nuria