La luz estaba cerca mío,

la puerta al final del camino.

Atravesarla fue el mayor desafío,

aún contando con lo recorrido.

Hubieron intentos fallidos

de eliminar lo cometido.

Hubieron abundantes momentos

en los que forcé reabrir el cuento.

Y sin embargo, más peso tuvieron

las ganas de escapar por la salida de

emergencia,

de dejar de vivir en estado de alerta

aunque signifique digerir una ración de

emociones

que me tomaron por sorpresa.

Hablo de lo costoso de habitar tu propia

vivienda,

principal prueba que se aprende en esta

experiencia.

Y ahora que desperté de mi largo

sueño,

y ahora que toca reconstruir sobre

los restos,

como recién nacida, lloro por la

vida.

Pero hay alegría de estar acá…

Katia.