EL CONTROL NUNCA FUE REAL
Lo peor de haber sufrido un trastorno de la conducta alimentaria es saber que puede volver. Vivir con el miedo a que un día puede reaparecer y sacarte una vez más todo lo que pudiste recuperar. Por eso, cuando estás libre de la enfermedad, intentas construir las máximas murallas posibles para que cuando vuelva le suponga mucho esfuerzo poderte conquistar.
El gran problema de la anorexia es que, sea la primera o la quinta vez, toma el control de tu vida de forma progresiva y alterando tu realidad, haciéndote creer que ese control te pertenece. Cuando entra y accede a tus decisiones y pensamientos no se activa ninguna alarma o aviso de que te indique que el control ya no es tuyo y que, por tanto, estás volviendo a enfermar. Lo hace de una forma muy sutil e insidiosa y progresivamente vas normalizando aquellas cosas que, si hubieran aparecido en un inicio, seguramente sí te hubieran advertido que la enfermedad volvía a controlarte. Lo que me enseñaron las recaídas fue que, por pequeña que fuera la presencia que notara de la enfermedad, debía protegerme de ella. Dejarla avanzar con la creencia de que yo podría controlarla era equivalente a entregarle todo lo que me pertenecía para que lo destruyera de nuevo.
Cuando estaba enferma, en la fase de mayor sintomatología, mucha gente se preguntaba cómo había podido permitir llegar a ese punto. Yo también me lo preguntaba. Pero la respuesta está en que cuando llega lo hace de forma amable, en silencio, siendo agradable contigo. A medida que pasan los días la enfermedad avanza y esto comporta un estado de desnutrición en el que prácticamente no tienes fuerzas para absolutamente nada. Es aquí cuando ese silencio se convierten en gritos e insultos constantes ya que sabe que estás demasiado débil como para echarla. Aprovecha la debilidad física y mental que te ha provocado para hundirte aún más en su mundo.
Por tanto, para mí fue un gran reto descubrir cómo podía protegerme, cómo podía ser suficientemente fuerte como para esquivar una patología tan cruel y manipuladora como es la anorexia. A día de hoy no creo tener la respuesta ya que si la tuviera las recaídas no existirían y por mala suerte siguen siendo una realidad en la vida de muchas personas. Pero lo que sí que he podido conseguir a lo largo de los años es detectarla en la fase del silencio, apartarla de mi vida cuando está siendo amable ya que es en este punto donde todavía tengo probabilidades de vencer esta batalla que, aunque no lo parezca, ya ha empezado. Sé que existe la posibilidad de no detectarla a tiempo o que me derrote a pesar de haberlo hecho, pero ella también sabe que engañarme no será igual de fácil que el primer día que apareció en mi vida.
Núria Vilademunt