9 febrero, 2024

AÑOS. KILOS. EUROS. ¿CUÁNTO ERES?

No vengo a hablar de mí, solo de una cosa que vi.

Un videopodcast, un sofá, una noche.

En la pantalla hay una mesa con cinco personas de entre 40 y 60 años, dos mujeres y tres hombres. De clase media tirando a vivo bien. Una de las cinco, una mujer —mujer tenía que ser— con un cuerpo de lo que es, una mujer de 51 años que es periodista que es reconocida que es premiada que es listísima, plantea lo siguiente: qué harías si te ofrecen 30 millones de euros por llevar el resto de tu vida un disfraz que te convierta en una persona de 150 kilos. Sí, un traje que te vista de obes@, pero sin lo que significa tener ese peso, esto es: tu salud no cambia, tampoco tu movilidad, tu resistencia, tu agilidad. Nada cambia. Solo la apariencia. Solo. Solo el espejo, el de tu casa y el de la calle. El del trabajo, el de tu pareja, el de tu familia y amigos. Tú y lo de afuera, la sociedad. La nuestra.

Solo. 

Dos hombres cogen el dinero. Y los kilos. Uno de ellos añade que ahora con 40 años sí, a los 20 no. El otro, el mayor de la mesa, no añade, no puntualiza, no duda. Lo coge todo. El tercero dice que no. Dice que tiene problemas de identidad y que verse diferente —él dice diferente y yo pienso en no normal, no normativa, no aceptada, excluida— le acarrearía demasiada inseguridad: “En los últimos años no he cambiado mucho de físico, me miro al espejo y digo este eres tú”. Además, no cree que esa cantidad de dinero le hiciera más feliz porque “no me voy a comprar un barco nunca”. La mujer que mujer tenía que ser, sentada enfrente, le da una idea: “ese dinero lo puedes invertir en cambiar la vida de otros”. “No soy tan extraordinaria persona”, responde él.

La otra mujer, presentadora de 41 años, confiesa que siempre se ha visto más delgada de lo que la veían los demás, incluso “las personas que más me quieren me decían: tienes que adelgazar porque si no no vas a encontrar trabajo”, y lo hacían “por amor, porque creen que necesitas tener un físico X porque es lo que vende”. Ella también cogería el dinero. Sin titubeos.

Los que más me quieren. Necesitas tener. Lo que vende.

Mujer tenía que ser.

La mujer que planteó el dilema, resuelve: Ella cogería el dinero. Incluso menos. Pero. Pero si este dilema se lo plantean a los 20 años, “yo no solo no hubiera cogido el dinero, sino que hubiera dado lo que fuera, igual hasta un brazo, por ser delgada, siendo delgada ya porque entonces lo era, pero no me puse biquini hasta los 40 años, y llevo toda mi vida a régimen como la mayoría de las mujeres. ¿Qué nos estaba pasando a las mujeres de esa época?”

¿Qué nos sigue pasando a las mujeres en esta?

Y habla de categorías en las que se colocan las personas gordas en encuentros íntimos —se colocan o les colocan—. Habla no solo de cómo te ven los demás, sino de dónde y desde dónde —ver, registrar, comparar, asociar, colocar, etiquetar. Ver—. Y habla porque sabe de lo que habla. 

Me pregunto la distancia entre la estética y el dinero, si la carne o los euros, lo delgado o lo rico. Quién y cómo nos coloca en una categoría, dónde me coloco yo y según qué criterios. Si yo categorizo a los demás. Si yo me categorizo según los demás. 

Me pregunto qué y cuánto necesitamos para mirarnos al espejo y decir “esta persona eres tú”.

Me pregunto qué y cuánto necesitamos tener para ser.

 

Ainara.