LOS ESTIGMAS, LOS GRANDES ALIADOS DE LOS TCA
Cuesta mucho recuperarse en una sociedad enferma, donde se premian y potencian muchos de los ideales presentes en los trastornos de la conducta alimentaria. Estamos llenos de discursos que fomentan la restricción de alimentos, que imponen culpa por haber comido y felicitan el pasar hambre. Vivimos en un mundo donde las críticas hacia el físico de la gente son constantes y, con ello, conseguimos que los valores de los que se alimenta la anorexia nos acompañen día a día. También son los estigmas de esta misma sociedad quienes contribuyen a hacer aún más dura la recuperación de las personas afectadas. La sociedad que nos hace enfermar es la que no acepta que estemos enfermas, negándonos la posibilidad de curarnos e imponiéndonos la culpa a nosotros de la elección de la enfermedad.
«Los TCA no se curan, lo tendrá de por vida». Los trastornos de la conducta alimentaria sí tienen cura. No es una sentencia de por vida, no definen quiénes somos. Es uno de los estigmas que más daño hace y más presente está. Es un arma increíble para la enfermedad que las personas afectadas piensen que no lo podrán conseguir. Le estamos dando la victoria de una lucha que todavía no ha tenido lugar. Cada vez que oigo estas palabras recuerdo todas las veces que me las repetí dentro de mí y todos los pasos que me hizo retroceder. Pero lo que más duele es pensar que la primera vez que las escuché no habían salido de mí. Eliminar este estigma supone dar esperanza y la posibilidad de vencer la lucha. La posibilidad de vencer la lucha implica tener un motivo para empezar.
“Es una llamada de atención, si quisiera comería”. Si pudiera comería, sí, pero es que no puede. Tiene una enfermedad en su interior que le está impidiendo hacerlo. No es una cuestión de voluntad, ya que nadie conscientemente decide enfermar. Dentro de esta afirmación hay una crueldad muy grande, estás culpando a la persona enferma de su enfermedad. El miedo intenso a ganar peso acompañado de una distorsión de la imagen corporal forma parte de la sintomatología de los TCA. Créeme que comer en estas condiciones no es tan fácil. Por otra parte, no es una llamada de atención sino una enfermedad grave que comporta un riesgo vital. Aparte de banalizar la enfermedad estás de nuevo adjudicándole la responsabilidad de sufrirla a la víctima. Puede costar entender el concepto o las razones por las que nuestra cabeza nos hace sentir tan mal por una conducta que nos ha hecho sobrevivir tantos años como es la comida, pero lo que todo el mundo debería ser capaz de entender es que el sufrimiento al que estamos sometidas no es una elección propia.
«Mira cómo come, ya está mucho mejor / Ya ha ganado peso, ya se ha recuperado». Hay una tendencia muy peligrosa en la recuperación de los TCA que es la de asociar la ganancia de peso o el aumento de ingestas a la curación. Sin embargo, deberíamos ser conscientes de que lo que más cuesta vencer de la enfermedad es cómo te hace sentir después de comer. Poder coger el tenedor y comer lo que hay dentro del plato es únicamente un desafío hacia ella, la verdadera batalla viene una vez te la has terminado. La culpa, la ansiedad, la decepción, las distorsiones… Te hace sentir tan mal en ese momento que le prometes no volver a comer nunca más si te quita ese malestar que estás sintiendo. Es como si cada vez que comieras te vinieran a atacar un conjunto de sentimientos y emociones que te quieren destruir. El sufrimiento que recuerdo oír los primeros días de terminarme los platos fue mucho más duro que el sufrimiento de no comer durante semanas. Hay una lucha a nivel emocional de la que la sociedad no es consciente de ello. No es la comida la que nos da miedo, nos aterroriza cómo nos hará sentir la enfermedad después de hacerlo. Entiendo que los trastornos de la conducta alimentaria pueden ser difíciles de entender, pero es responsabilidad de todos informarnos antes de opinar y más si esa opinión puede ser perjudicial para una persona que está sufriendo. Estoy convencida de que conseguiremos dar a la salud mental la visibilidad que merece y espero que podamos crear entre todos un mundo más fácil para vivir eliminando los estigmas.
Núria Vilademunt Alcaide