LA PERSONA ENFERMEDAD
Cuando tuve anorexia lo que más me desesperaba es que nadie de mi alrededor pudiera oír lo que yo estaba sintiendo. Deseaba que los que más me amaban conocieran a la persona que estaba acabando con mi vida. Diferenciaran que dentro de mí había un extraño que me aterraba delatar. ¿Cómo podía explicarles que no era yo quien quería caer en picado? ¿No era yo la que estaba destruyendo cada parte de mi vida? Que la que no lloraba al ver todo su sufrimiento no era yo… Entiendo que sea muy difícil de entender, porque la maldad de este trastorno es difícil plasmarla en palabras, es difícil creer que la persona que has visto crecer y que has acompañado a cada paso ya no está. Por eso se prefiere “culpar” a la persona y no al trastorno. Porque aceptar que es el trastorno quien tienes delante es reconocer que la persona que tanto amas ha desaparecido y ninguna madre, padre, hermana, o ser amado quiere crear esta realidad.
Pero cuando recuerdo todos los años que estuve enferma siempre recuerdo la enfermedad. Veo a una persona completamente diferente viviendo, o mejor dicho destruyendo, esos años de mi vida. Una persona que me arrebató todo lo que tenía y me dejó al margen de todo para ella poder alcanzar sus objetivos. No me veo a mí, yo ni estaba. Aquellos objetivos no eran míos, yo tenía diferentes. Yo quería estudiar enfermería no que mi corazón dejara de latir, yo quería viajar a cualquier lugar del mundo no eliminar cualquier caloría de mi día a día, yo quería disfrutar de las personas que más amaba no ver cómo las perdía en el proceso. Entiendo que puede hacer mucho daño pensar en la idea de que ya no estamos cuando enfermamos, pero aceptándolo estamos creando también la posibilidad de derrotar a la “persona enfermedad” y recuperar a la persona que siempre hemos sido. A mí me ayudó enormemente poder diferenciar quién era yo, de quien era la enfermedad. Entenderlo como dos conceptos distintos. Dos personas totalmente contrarias. Porque en el proceso de recuperación una de las sensaciones que más me aterraba era que destruyendo la enfermedad estuviera destruyendo a la persona que era. Pero años más tarde y ya recuperada puedo asegurar que la destrucción de esa maldad no supuso perder nada de lo que había sido antes de enfermar. Más bien fue lo contrario, destruyendo la enfermedad gané todo lo que soy ahora. La recuperación consiste en derrotar y despedir a la persona enfermedad, no en hacer un cambio de quienes somos. Porque los TCA no te cambian, te hacen desaparecer y le dan a una nueva persona el control de tu vida. No nos volvamos personas egoístas, tristes y crueles. No es un cambio en nuestra persona, son síntomas que forman parte de la enfermedad que sufrimos.
Así que entiendo que no reconozcas a tu hija, hijo, hermano, pareja… Pero no la culpes por los síntomas de una enfermedad que no controla. Confía en que cuando haya vencido esta batalla tan terriblemente cruel, volverá a aparecer la persona que tanto amas. Porque sigue ahí, no ha cambiado, simplemente ha aparecido una enfermedad conjuntamente con su maldad que no le deja salir de la cárcel que le han impuesto. Abraza a la nueva persona aunque la odies con todas tus fuerzas, habla con ella aunque estés deseando que ella apague su voz, actúa como si tuvieras delante de ti a la persona que siempre ha sido. Hazlo porque seguramente te estará sintiendo, escuchando y notando pero sé consciente de que ahora ella no tiene el control. Dale fuerzas para que pueda derrotar a la persona enfermedad y confía en que algún día la cárcel se abrirá y la persona que amas se liberará destruyendo todo lo que le había mantenido cerrada y lejos de ti.
Núria.