12 enero, 2023

EL MEJOR HERMANO DEL MUNDO

Cuando la bomba del TCA cayó en el comedor de casa toda nuestra vida saltó por los aires. Tú, pequeño mío, sólo tenías 12 años y no entendías porque tu hermana no podía comerse los macarrones o el pollo rebozado que tanto le gustaba.

Me mirabas con tus ojos enormes pidiéndome ayuda para tu hermana, como cuando érais pequeños y se caía y se pelaba las rodillas y yo podía arreglarlo todo con un beso y una tirita del Rayo McQueen. Pero en esta ocasión los padres no teníamos la solución, ni el cuidado.

Observabas a tu madre llorar todo el día; papá como un alma en pena y tu hermana consumiéndose, extraña, distante… Y tú me decías “yo sólo quiero que seamos felices como antes”, “¿por qué le pasa? ¿No estamos bien en casa?”. Y nadie sabía cómo responder porque nadie entendía nada. De un día para otro pasamos de las risas a los llantos, de ser la familia más alegre del mundo a ser la más triste.

Y encontramos la ACAB, y encontramos el hospital, y nos empezaron a explicar qué pasaba y a dar las primeras herramientas. Sin embargo, estábamos en el fondo del pozo. Teníamos que aceptar que la enfermedad se había instalado en casa, sin que nadie la hubiera invitado, pero estaba allí y echarla costaba, costaba mucho más de lo que pensábamos en ese momento. Aún cuesta, ¿verdad?

Recuerdo que cuando tu hermana ingresó en el hospital, tú confiabas en que en dos o tres meses ya estaría curada y todo volvería a ser como antes. Ya has aprendido que esto no será tan rápido y nunca volverá a ser como antes, porque en ese tiempo ella está cambiando, pero tú también, y también los padres. ¿Sabes qué? Creo que todos estos cambios nos acabarán llevando a un sitio, incluso mejor que el de antes (¿te lo puedes creer?).

También recuerdo que me preguntabas si quería ir a dar una vuelta contigo o si te acompañaba a tus extraescolares (sé que lo hacías para que saliera de casa y me obligara a vestirme y a arreglarme un poco). O verte comer cenas que no te gustan porque le eran más cómodas a tu hermana. O las primeras visitas al hospital, que hacías un montón de kilómetros para verla un rato muy pequeño… estabas muy cansado, pero tú siempre venías porque la echabas de menos, aún la añoras.

Se lleva tan poco tiempo que muchas veces la gente había pensado que érais gemelos, siempre juntos en casa jugando y haciendo trastadas, haciendo frente común contra los padres, un apoyo uno para el otro, haciendo piña. Tu hermana mayor, tu mejor amiga. Cómo has sufrido, hijo, y cómo sufres todavía. Y cómo nos has ayudado y nos ayudas, a ella y a nosotros, los padres.

Y un día, sentados ambos en el asiento trasero del coche, tu hermana te dijo: «lo estoy intentando por ti». Y en ese momento fue como si el cielo se abriera y entrase toda la luz que hacía meses que sólo veíamos a pequeños relámpagos. Qué lágrimas más dulces las de ese día. Gracias.

Gracias, hijo, eres el mejor hermano del mundo.

***

Dedicado a todos los hermanos y hermanas que acompañan a un/a enfermo/a de TCA, ellos/as también son unos/as luchadores/as que sufren y sienten y ayudan. Pueden, incluso, ser la motivación para el cambio.

 

Imma.