14 abril, 2022

SÍNDROME DE ESTOCOLMO

Cuando tienes un TCA estás agotada de la lucha que tienes dentro de ti. No tienes ganas de luchar, solo tienes ganas de desaparecer, de salir corriendo y alejarte de todo. Pero es imposible alejarse de uno mismo. Es imposible huir de los problemas cuando están dentro de ti. Por lo tanto, descartas huir y solo te quedan dos opciones: luchar o no luchar. Yo lo tenía claro, no lucharía. No quería ganar a la enfermedad, no la quería vencer porque no quería que desapareciera.

La relación con la anorexia es una ejemplo claro del Síndrome de Estocolmo: “La víctima de un secuestro o la persona retenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación en complicidad con su secuestrador”(…)”A veces los rehenes pueden acabar ayudando a los captores a conseguir sus fines”.

Yo estuve secuestrada mucho tiempo, demasiado tiempo y esto permitió crear un vínculo enorme con mi secuestradora. La adoraba, la admiraba y hubiera seguido al pie de la letra sus órdenes. Era fuerte, constante, tenía una fuerza de voluntad impresionante y nunca se rendía. Exigente, cumplidora, inteligente, sutil,.. La enfermedad es perfecta. En los ojos de una persona secuestrada, obviamente. En los ojos de una persona que previamente le ha hecho creer que es incapaz de conseguir nada, que es insignificante sin ella. Te secuestra porque te tiene que aportar todo aquello que tú no crees tener. Es por eso que la ayudas, porque quieres que consiga todas sus metas.

La enfermedad te distorsiona tu cuerpo pero también tiene el súper poder de distorsionarte las ideas. Te culpa cuando no lo has sabido disimular bastante bien, pero a la vez te hace sentir mal para aceptar que estás enferma. Te está hablando una enfermedad que te dice que no estás enferma. Es todo tan contradictorio y manipulador que sus víctimas optan para dejar de sentir. Las ideas me bombardeaban cada día y yo tenía una mezcla de tristeza, ira y desesperación que se traducían en no sentir absolutamente nada. Era de piedra. Nada me afectaba, nada me importaba. El problema está que cuando dejas de sentir también esquivas el deseo de quererte curar.

Pero un día te das cuenta que el que nos hace personas es sentir. Sentir que te quieren, sentir que quieres, sentir felicidad o tristeza. Recuerdo un día llorar de tristeza e inmediatamente sonreír porque notaba por fin las emociones. Y fue aquí cuando empecé a notar que algo revivía dentro de mí y que era el momento de luchar contra mi secuestrador.