El trasfondo de nuestras obsesiones
Me atrevería a decir que las obsesiones están presentes en la vida de todo ser humano. Algunos se obsesionan con el trabajo, otros con tener una estabilidad, otros con el dinero, otros con una relación…I el TCA mismo es una fuente interminable de obsesiones. Siempre creí que cuando lo superara estas obsesiones desaparecerían. Pero no es del todo cierto. A pesar de estar recuperada, sigo percatándome de ciertas obsesiones que siguen apareciendo en mi cabecita. La gran diferencia es que ahora ya no hay conductas destructivas que les sigan, ni tampoco hacen peligrar mi vida. Pero no os voy a negar que me incomoda que mi mente sea tan caprichosa y me invada con estos pensamientos tan molestos. No conforme con ello, he ido analizando la función que tienen en mí estas obsesiones. Y os aseguro que me he sorprendido, y mucho. Si nos paramos a pensar, una obsesión es un pensamiento recurrente que ocupa parte de nuestro tiempo. Pero eso no ocurre porque si. Estoy segura de que la obsesión tiene alguna utilidad en nosotros (o al menos en mí); de algún modo nos hace mirar hacia otro lado para no ver realmente la fuente del problema. Diría que es un potente distractor. Quizás nos sirve para no tener que afrontar un problema en este mismo momento; si estamos con la obsesión no podremos atender a otras cosas. Nos obsesionamos con algo para que ocupe parte de nuestro tiempo y así no tengamos que tomar ciertas decisiones o afrontar una situación o emoción que es muy dolorosa para nosotros. Así que, por muy incómodas que parezcan estas obsesiones no son más que un mecanismo que tiene la mente para intentar protegernos de algo. En nuestras manos está encontrar que es lo que intentamos silenciar con ellas. De hecho, cuando tomas consciencia de ello e indagas un poco más en que es lo que hay verdaderamente detrás, irremediablemente van a perder fuerza y empezarán a bajar el volumen. La clave es intentar no perdernos en el contenido de la obsesión y poderla trascender para destapar lo que realmente nos genera un profundo malestar con el que no queremos contactar.