29 abril, 2021

Fantasmas

Leo un poema de Estela Figueroa, una poeta argentina que habla con la boca llena de certezas rugosas e inquietantes, como casi todas las verdades, masticándolas bien cuando son dolorosas. Se titula ‘Mi cuerpo’ y habla de fantasmas, todo coherencia en solo seis líneas:

 

Hay momentos en que mi cuerpo me parece

como una casa abandonada

 

Y no sé si soy yo

o es mi fantasma

que ha entrado en él

por error.

 

Que mi cuerpo es mi casa no lo supe hasta que lo hice hogar, que es quien vive en ella. Que es cuando damos a la casa la importancia que tiene, la persona o personas que la habitan. Como el de Figueroa, mi cuerpo a veces se vuelve casa, todavía. Cuando dejo entrar a los fantasmas: el sistema, el capitalismo, la sociedad, el patriarcado, que se mueven en manada porque uno solo no se atreve. Fantasmas a la puerta de mi cuerpo esperando a que yo salga para ocuparlo. A que yo salga en busca de aprobación, de permiso, de aceptación. A que yo abandone mis necesidades, mis deseos y mis elecciones. A mi regreso, están ahí, morando mi cuerpo, mis pensamientos, mis decisiones. Como fantasmas, no se ven pero están. No ocupan pero se les siente. No dan miedo hasta que los tienes enfrente. Hasta que se meten dentro. De tu hogar para hacerlo casa, de ti para hacerte una de ellos.

 

Lo parece, pero no, no soy yo. No eres tú. Ni son míos, nuestros, los fantasmas. Tampoco entran por error, sino con un objetivo. Ser los dueños. De nuestros hogares, de nuestros cuerpos, de nuestras relaciones. Susurrándonos al oído una y otra vez: que somos nosotras las que no estamos haciendo lo correcto, las que no nos adaptamos, las que estamos equivocadas, las que tenemos un problema. Siempre somos nosotras.

 

Que mi cuerpo es mi casa no lo supe hasta que lo hice hogar. Y fue entonces cuando aprendí lo importante, que si estoy yo los fantasmas no entran.

 

Ainara