Vivir el ocio
Después de varios meses de “cautiverio” en el centro, se decide por parte de éste hacer una salida en grupo para ir al cine y a cenar: un bocadillo era lo previsto.
Recuerdo el temor de los días anteriores a la “excursión”, teniendo en cuenta que era su primera vez que iba a gozar de libertad, aunque bajo la supervisión de las terapeutas que las acompañaban.
Le albergaba una sensación paradójica: podría hacer algo diferente a lo que durante años no había hecho: ir al cine, podría llevar durante unas horas una vida “normal” y a la vez le preocupaba sobremanera el desconcierto de lo que iba a sentir ante ese “descontrol” donde ya la enfermedad no sería la protagonista, sino que quedaría absolutamente en segundo plano. Además cómo iba a gestionar un “bocata” de un restaurante, que seguramente ella suponía que no tendría las medidas estándars proporcionadas en el Centro, donde convivía como podía la mayor parte del día. Y encima tendría que acompañarlo de un refresco.
Todo junto era demasiado para ella; previamente a esta salida vivió momentos de desazón, de no querer ir, de sentirse angustiada. Ahí sí que la enfermedad no le daba descanso, pero precisamente se trataba de eso, de no consentir a la enfermedad para que volviera a ganar en una lucha más.
Y en esa nueva lucha, con la ayuda necesaria de los profesionales… se consiguió vencer una vez más la batalla que suponía día a día luchar contra la anorexia y la bulimia. Pudo enfrentarse con entereza a ese día de ocio, consiguió “disfrutar” de la película y además pudo cenar como sino estuviera enferma (quiero valorar mucho la tarea de los profesionales). Gracias terapeutas, gracias terapia. “No lo hubiera logrado sin vosotros”.
Qué bueno sería conocer de antemano el proceso y los sentimientos de esta enfermedad y así intentar poner los medios adecuados a título individual, para que en cuanto la persona notase el primer síntoma, poder reconducir y/o pedir ayuda y así evitar sentirte prisionera, sentir tanto dolor…
Supongo que esto es una entelequia o permitirnos soñar en voz alta; pero una vez vencido al monstruo miras hacia atrás y mi hija se pregunta a veces: Era necesario pasar por tanto sufrimiento para llegar a un objetivo que todavía te producía más desasosiego y ansiedad? La realidad es que las enfermedades mentales son muy complejas y por ello tan sólo son interrogantes lanzados al viento, porque si fuera tan fácil hacer prevención se evitaría insisto tantísimo dolor, especialmente por las personas implicadas directamente, es decir por las enfermas, además de sus familiares, amistades… que realmente valdría la pena hacer todos los esfuerzos necesarios para no llegar a este caos vital que proporciona esta odiosa enfermedad.
Es evidente que nunca hay una voluntad consciente para llegar a sufrir tanto y caer en las redes de ese trastorno alimentario, pero por si pudiera ayudar, el precio que se paga durante el viaje es tan alto que si el atisbo racional que queda intacto, antes de que sea demasiado tarde, pudiera mostrarnos un rayo de luz, sería maravilloso poder aferrarse a él y no caer en las redes tan bien tejidas por el TCA…
Ojalá!